| Por Candace Bryant-Lester

Celebración de la Semana Nacional del Matrimonio

“La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia” (Amoris Laetitia 1).

El amor está en el aire: ¡el día de San Valentín está a la vuelta de la esquina! En la semana previa a esta celebración del amor, también celebramos en la Iglesia la Semana Nacional del Matrimonio. Este movimiento pretende aumentar la educación matrimonial en todo el país para promover matrimonios sanos.

“Las celebraciones de la Semana Nacional del Matrimonio (del 7 al 14 de febrero) y del Día Mundial del Matrimonio (domingo 11 de febrero) son una oportunidad para centrarnos en la construcción de una cultura de la vida y el amor que comience por apoyar y promover el matrimonio y la familia” (La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos).

En su exhortación apostólica de 2016 Amoris Laetitia (La alegría del amor), el Papa Francisco nos recuerda la belleza que se encuentra en el amor entre los cónyuges y dentro de las familias. A veces parece que la belleza corre el peligro de perderse -entre las estadísticas de matrimonios y divorcios o el ajetreo cotidiano de las vidas familiares.

“El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia” (88).

El sacramento del matrimonio es un compromiso para toda la vida, tomando a pecho las palabras de Cristo: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, solidificando el plan original de Dios para el hombre y la mujer en el matrimonio (62).

El matrimonio como reflejo de la unión de Cristo y su Iglesia

A pesar del ajetreo de la vida matrimonial y familiar actual, el núcleo del matrimonio sigue siendo el mismo: es un reflejo del misterio de la unión de Cristo y su Iglesia (11). Crear una familia imita los poderes creativos y dadores de vida de nuestro Creador, un privilegio que conlleva mucha responsabilidad a la hora de criar a la próxima generación de cristianos. Se necesita la fuerza y el amor de Cristo para hacer del matrimonio todo lo que realmente puede ser, todo lo que estaba destinado a ser.

El Sacramento del Matrimonio es sólo el comienzo de muchas cosas hermosas en esta vida. La llamada de Cristo para que salgamos al mundo y hagamos discípulos comienza en el hogar, donde las familias se unen a Cristo como iglesia doméstica. Lo que empieza en casa con nuestros cónyuges e hijos fluye hacia el exterior desde el hogar, la propia sangre vital de la Iglesia, hasta que se derrama por las calles hacia todas las personas (324).

“Jesús llama a la puerta de la familia para compartir con ella la cena eucarística. Allí, los esposos pueden volver siempre a sellar la alianza pascual que los ha unido y que refleja la Alianza que Dios selló con la humanidad en la cruz. La Eucaristía es el sacramento de la nueva Alianza, donde se actualiza la acción redentora de Cristo. Así se advierten los lazos íntimos que existen entre la vida matrimonial y la Eucaristía (378). El alimento de la Eucaristía es fuerza y estímulo para vivir cada día la alianza matrimonial como ‘iglesia doméstica’” (318).


Candace Bryant-Lester es la editora adjunta de FAITH Catholic.