ELLA DICE: Después de mi diagnosis, tenemos que apurarnos.
Acabo de ser diagnosticada con Alzheimer: Y Ronaldo no podrá hacer frente a esto, así que quiero encontrar un lugar para vivir.
Él dice: Yo quiero cuidar de Elena en casa.
Amo a Elena y quiero cuidar de ella en casa. Pienso que es importante para nosotros quedarnos acá.
¿qué hacer?
Ronaldo y Elena están obviamente preocupados el uno por el otro. San Juan Pablo II los aplaudiría a ambos. En su Carta a los Ancianos de 1999, afirmó el deseo de Ronaldo de cuidar a Elena en casa: "Lo ideal es que los ancianos permanezcan dentro de la familia".
Pero también sabía que este ideal a veces debe dar paso a la realidad: “Hay situaciones en las que las mismas circunstancias aconsejan o imponen el ingreso en ‘residencias de ancianos’, para que el anciano pueda gozar de la compañía de otras personas y recibir una asistencia específica”.
Ronaldo y Elena deberían comenzar expresando su aprecio por las perspectivas de amor del otro. A partir de allí, pueden construir un plan que refleje sus deseos y preocupaciones por el otro. Dada la naturaleza de la enfermedad de Alzheimer, no deberían retrasarse.
Primero, recopilar datos. Hablen con los profesionales de la salud sobre qué esperar a medida que avanza la enfermedad. ¿Cuán realista es la atención domiciliaria y por cuánto tiempo? ¿Qué familiares o amigos podrían ayudar? E incluso si comenzaran con la atención domiciliaria, ¿qué signos objetivos podrían acordar para que Ronaldo sepa cuándo "ha llegado el momento"? Hablando de eso, no solo no habría ningún daño al revisar las instalaciones de cuidado de la memoria, sino que deberían hacerlo ahora, es decir, mucho antes de que Elena realmente necesite ser admitida en uno.
Segundo, recen – y recen juntos. Den gracias a Dios por los años que han tenido juntos, y los años que aún tendrán. Piden la sabiduría para conocer la forma más amorosa de llevar esta nueva cruz juntos.
Finalmente, lo que más importa no es dónde vive Elena, sino cuán consistentemente Ronaldo estará presente en su vida. Un obispo habló una vez de un anciano que todos los días visitaba a su esposa durante muchas décadas, a pesar de que ella había perdido prácticamente toda la conciencia cognitiva, incluido, aparentemente, cualquier reconocimiento de él. El obispo le preguntó por qué todavía la visitaba. Él respondió: “Puede que ya no sepa quién soy yo, pero siempre sabré quién es ella. Ella es mi novia y el amor de mi vida”.