| Por El Padre Joe Krupp

Estimado padre Joe: Nuestra diócesis está cambiando mucho, y me siento tan perdido.

Se están uniendo a las parroquias en grupos, y es difícil lidiar con todo esto. Mi hermana me envió un artículo donde decía que todo esto se trata de que el obispo está intentando obtener más dinero, lo cual hace que sea más difícil para mí lidiar con eso.

Siento tu angustia, y lo sé bien como sacerdote. He acompañado a seis congregaciones distintas mientras lidiaban con este dolor; Fui el primer sacerdote que esas parroquias tuvieron que compartir, y fue difícil para todos. Lo superamos juntos y, en el plazo de un año, encontramos nuestro ritmo, alabado sea Dios. Tal vez eso es lo primero que quiero compartir: todo estará bien. Sé que suena trillado, pero escribo esto con mucha fe y experiencia. Sin más que añadir, espero que encuentre útil lo que escribo.

Antes de entrar en lo que aprendí en esas situaciones, los invito a ignorar a esas personas que les dicen que se trata de que el obispo “trata de obtener más dinero”. Generalmente, estos movimientos no ayudan a los obispos; los perjudican. Dichos movimientos son necesarios, porque hay menos sacerdotes sirviendo a las mismas expectativas que las personas desarrollaron cuando había muchos de ellos. 

Los tiempos cambian, las culturas y la realidad también. Parte de la belleza de la Iglesia es que está atada a la Verdad, y la Verdad no cambia. Como católicos, nos acostumbramos e incluso, a veces, nos regocijamos en esa naturaleza inmutable: ¡qué refugio en la tormenta de una sociedad que cambia las reglas cada 10 minutos! La verdad es una roca.

Sin embargo, los católicos no estamos acostumbrados a cambiar cuando es necesario. A falta de una frase mejor, nos encontramos entonces como parte de una organización que no cambia bien, gracias a Dios.  

Así pues, si no “hacemos cambios” bien, ¿por qué estamos cambiando las cosas? En general, porque los sacerdotes/diócesis/obispos tienen que lidiar con dos nuevas realidades.

Primero, hay menos sacerdotes que hace 50 años, pero más católicos y más necesidades. 

En segundo lugar, si bien hay más católicos que nunca, hay menos donantes. Esto se debe a que la mayoría de los católicos no adoran ni dan regularmente. Todavía vienen a la iglesia cuando necesitan bautizos, bodas, funerales o cualquier otro tipo de ayuda, pero no suelen ser parte de las cosas cuando no sienten la necesidad. Para ser claro, no estoy condenando esta realidad: rezo para que las personas siempre sepan que pueden venir a nosotros, ya sea que hayan sido parte de las cosas o no. Me regocijo de que podamos amar a las personas como Dios nos ama: “Él no te abandonará ni te dejará desamparado”. (Dt 31, 6) Mi punto es que menos están dando y más están tomando. Ese tipo de situaciones siempre crean crisis.

Estas dos realidades nos sitúan en un punto en el que cada iglesia tiene que hacer más ministerio, más trabajo y satisfacer más necesidades con menos sacerdotes y menos dinero que nunca.

La esperanza y la oración es que al agrupar los recursos, las parroquias puedan encontrar formas de funcionar que no terminen agotando al sacerdote. Es una triste realidad, pero nosotros como Iglesia hemos lidiado con cosas mucho peores.

Entonces, ¿Entonces, cómo hacemos? ¿Cómo seguimos adelante con esta realidad?

Obviamente, debemos orar. Ora para que Dios sane tu corazón roto. Ora para que Dios guíe a los líderes de nuestra Iglesia hacia una sabiduría y santidad más profunda. Ora para que más personas se encuentren con Jesús y respondan siendo parte de una comunidad parroquial en todas las formas posibles. Ora para que nosotros, los sacerdotes que servimos, encontremos la fuerza y capacidad para descubrir lo que Dios nos está llamando a hacer y lo que tenemos que dejar de lado. ¡Ora, ora, ora!

Recuerda que tu corazón roto es una buena señal … estás conectado. Lo que le está sucediendo a tu parroquia no está separado de ti, es parte de ti. Eso significa que amas, y el amor es de Dios. A veces sufrimos por el pecado, a veces por la virtud: Tú sufres por la virtud.

Lo segundo es ser flexible y paciente. Estos tiempos son excepcionalmente duros para los sacerdotes, y tomará un poco de tiempo para que las cosas se arreglen. Hay cosas que el sacerdote ya no podrá hacer y, si es como yo, se siente muy mal por eso.

Lo tercero es ver si hay alguna forma en que puedas ayudar. Hay momentos en nuestras vidas en los que podemos dar nuestro tiempo, y hay momentos en los que no. Si estás en una etapa en la que sí puedes darlo, no dudes en preguntar cómo puedes ayudar. La mejor manera de hacer esto es pasar por la oficina parroquial durante la semana y hablar con alguien allí.

Finalmente, recuerda que Jesús es nuestro hogar. Nuestra parroquia es un edificio sagrado y una gran parte de nuestras vidas, pero la realidad más grande es la persona de Jesús. Él es la razón por la que somos; él es lo que somos. Ningún edificio, ningún plan, nada de eso nos lo pueden quitar.

¡Disfruta un día más en la presencia de Dios!


El padre Joe Krupp es un ex escritor de comedia que ahora es un sacerdote católico. @Joeinblack

Read this article in English! (Versión en ingles)