| Por Veronica Szczygiel, Ph.D.

Discernir nuestros dones espirituales

Nuestras propias vidas se sustentan en Dios y en los dones que nos ha dado, guiándonos en nuestras vidas de discipulado y en el esfuerzo por ser santos. Sí, ¡santos! Aunque tengamos diferentes estados de vida aquí en la tierra (casados/solteros, ordenados/laicos) y vocaciones mundanas, cada uno tiene una vocación bautismal: la santidad. Eso significa que nuestros dones no son sólo para momentos de oración y “cosas religiosas”, sino para utilizarlos en cada momento de nuestros días.

El Espíritu Santo nos concede dones espirituales específicos en nuestra confirmación, pero también hablamos de los dones espirituales de forma más amplia, como gracias especiales o carismas. Los carismas son habilidades que nos concede el Espíritu Santo, para que seamos conductos únicos y poderosos del amor de Dios en el mundo: “Los carismas están ordenados hacia la gracia santificante y tienen... el bien común de la Iglesia” (CIC 2003) y de la construcción del reino. Dios quiere que descubramos nuestros dones espirituales y su voluntad para nosotros a través de la relación con él. Entonces, ¿cómo podemos saber a qué nos llama Dios? ¿Cómo descubrimos nuestros talentos? ¿Y cómo utilizamos los dones que se nos han dado?

El proceso de discernimiento

En primer lugar, debemos iniciar el proceso de discernir cuáles son nuestros dones únicos, reconociendo que el discernimiento en sí mismo es un don. Dios nos creó a cada uno de nosotros como seres únicos, de acuerdo con sus propósitos, y nos da a cada uno talentos individuales (es decir, dones, carismas) que podemos utilizar para ayudar a hacer realidad su reino en la tierra. Pedir a Dios que nos guíe mediante la oración nos ayuda a obtener claridad, ¡porque él nos conoce mejor que nadie! Como dice en Jeremías: “Antes de formarte en el vientre materno, ya te conocía” (1, 5). Hablar con seres queridos y amigos también puede ser útil. Las cualidades que valoran en nosotros pueden ser buenos indicadores de nuestros dones y talentos. ¿Somos buenos dando consejos sobre relaciones? ¿Sabemos normalmente lo que hay que decir para consolar a alguien que está afligido o herido? Aunque estos dones parezcan “ordinarios”, contribuyen a lo que nos hace verdaderamente especiales.

Cultiva tus dones

Una vez que tenemos una idea de cuáles son nuestros dones, debemos planificar su cultivo. Un buen lugar para empezar es tu parroquia. ¿Te encanta hablar con la gente? Quizá podrías ser coordinador de bienvenida para las nuevas familias de la parroquia. ¿Te gusta organizar los detalles? Dirige el comité de planificación del picnic parroquial. ¿Te gusta hablar en público? Sirve como lector en Misa. Pasar tiempo dedicándote a tus talentos singulares te ayuda no sólo a desarrollarlos, sino también a discernir si debes perseguirlos más en tu vida profesional y personal, pero también en el servicio a la Iglesia de Dios.

Dios nos pide que utilicemos nuestros dones especiales para amar a los demás y crear un cambio positivo en nuestro rincón del mundo. ¡No podemos enterrarlos! Considera la parábola de los talentos: Los obreros que invirtieron la moneda del dueño de la casa obtuvieron un valioso beneficio para él, pero el obrero que escondió la suya en la tierra sólo devolvió una moneda a su patrón (Mt 25, 14-30). Invertir en nuestros dones y utilizarlos da frutos múltiples; esconderlos del mundo frustra el propósito de Dios al confiarnos esos dones.

Confía en la voluntad de Dios durante este proceso de discernimiento, y recuerda que estás viviendo como él manda cuando haces todo lo posible por ser un instrumento de Cristo en el mundo.


Veronica Szczygiel, Ph.D., es directora de aprendizaje en línea en la Escuela de Postgrado de Educación de la Universidad de Fordham.

Read this article in English! (Versión en ingles)