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 | Por Veronica Szczygiel, Ph.D.

Permanecer en el camino de la santidad

La virtud de la integridad

“El que se tenga por sabio y prudente, demuestre con su buena conducta que sus actos tienen la sencillez propia de la sabiduría”. (St 3, 13)

Como parte de la condición humana, todos pasamos por pruebas en la vida. Algunas pueden parecer más extremas que otras, pero todos manejan sus desafíos de diferentes maneras y no depende de nosotros juzgar la gravedad de los sufrimientos de los demás. De hecho, las situaciones pueden ponernos a prueba física, mental y emocionalmente. ¿Cómo podemos perseverar a través de estas dificultades? 

Los desafíos construyen nuestro carácter al mismo tiempo que brindan la oportunidad de demostrar de qué estamos hechos. Las mejores cualidades dentro de nosotros son las virtudes cultivadas por nuestros seres queridos, nuestras experiencias y nuestra fe. El Catecismo define una virtud como una “disposición habitual y firme para hacer el bien” (1833), que nos ayuda a permanecer fieles a la llamada de Dios y en el camino de la santidad. Si bien la Iglesia identifica formalmente siete virtudes morales y teológicas, podemos ampliarlas al considerar las características que queremos adoptar para serla mejor versión de uno mismo. 

Echemos un vistazo a una virtud, o “rasgo de excelencia”, que nos ayuda a definirnos como hijos de Dios: la integridad. Poseer integridad nos da la capacidad de mantenernos firmes en tiempos de tumulto. La honestidad es una gran parte de la definición de esta virtud. Una persona honesta tiene fuertes principios morales -y los mantiene. Desde un punto de vista católico, los principios morales que sustentan nuestra integridad están profundamente arraigados en la fe.

Mostramos integridad cuando nombramos a nuestros compañeros de trabajo que nos ayudaron, incluso cuando tomar todo el crédito impresionaría a nuestro jefe. Mostramos integridad cuando nosotros, que estamos físicamente capacitados, no estacionamos en un espacio para discapacitados en el supermercado, incluso si nunca vemos un automóvil allí, y nos acercaría a la entrada. Mostramos integridad cuando hacemos las cosas que debemos hacer, incluso cuando nadie está mirando, cuando hacemos las cosas que Dios nos ha llamado a hacer.

La integridad nos permite permanecer centrados en situaciones difíciles y nos ayuda a defender nuestra fe. Es una luz de guía que nos ancla en aguas turbulentas. Alimentar nuestra integridad requiere perseverancia y oración. Debemos confiar en la valentía que nos da Cristo crucificado, recordando que, como Jesús en el jardín de Getsemaní, confiar en la voluntad de Dios nos da la fuerza para llevarla a cabo.

Como dice el refrán: “Si no defiendes algo, te enamorarás de cualquier cosa”. La integridad nos ayuda a mantenernos erguidos y defendiendo lo que creemos.


Virtudes Teologales

Fe

Alegría

Caridad

 

Virtudes Cardinales

Prudencia

Justicia

Fortaleza

Templanza


Veronica Szczygiel, Ph.D., es directora de aprendizaje en línea en la Escuela de Graduados en Educación de la Universidad de Fordham.

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