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 | Por Adam Cross

Dios en los pulmones

Respira hondo. ¿Qué ocurre cuando lo haces? Tus pulmones se llenan de aire, tu cuerpo se mueve al respirar y quizá te sientas más tranquilo. Cada vez que respiras, es un recordatorio de que Dios está infundiendo vida en ti. Él está trabajando en y a través de tu cuerpo físico. Como ser físico, eres una parte esencial de su creación.

 

No ángeles

Si lo piensas, Dios no tenía por qué darte un cuerpo. Él hizo a los ángeles seres puramente espirituales, sin embargo, encontró belleza y bondad en hacer a los humanos físicos y corporales. En el Génesis, oímos que Dios insufló vida a Adán después de formarlo de la tierra. Esto significa que cuando respiramos o hacemos ejercicio, deporte o incluso videojuegos, utilizamos el don de la creación y el aliento de vida de Dios.

Aquí y ahora

Saber que nuestros cuerpos no sólo son buenos, sino que están formados y animados por Dios, puede cambiar nuestra forma de pensar sobre nosotros mismos. Dios nos llama a no estar metidos en nuestras cabezas preocupándonos por ese examen de la semana que viene o por el torneo del próximo mes. Él nos llama a estar realmente presentes ahora. Los Evangelios nos recuerdan que Dios cuida de todas las necesidades de tanto los lirios del campo como de los gorriones del cielo, y nos llama a reflexionar sobre cuánto más cuida de nosotros como sus hijos amados. Si nuestra mente se atasca en la ansiedad y los pensamientos negativos, nuestro cuerpo puede devolvernos al momento presente, donde Dios está como Padre amoroso, aquí y ahora.

Lenguaje corporal

Cuando sintonizamos y nos damos cuenta de cómo nos sentimos físicamente, nuestro cuerpo puede decirnos mucho sobre nosotros mismos. Del mismo modo, nuestros cuerpos pueden revelar nuestras necesidades físicas cuando estamos cansados, hambrientos o doloridos, y nuestras necesidades mentales cuando estamos ansiosos, temblorosos o desmotivados; nuestros cuerpos también pueden revelar nuestras necesidades espirituales cuando nos sentimos inquietos y necesitamos tanto oración como misericordia. Jesús, como Encarnación, santificó verdaderamente nuestras experiencias corporales y humanas. Jesús compartió todo lo que hacemos como seres físicos, comiendo alimentos, así como pasando frío y cansancio. Jesús, que es el plan de salvación de Dios, redime a la humanidad, además, transforma incluso nuestros cuerpos en expresiones auténticas y tangibles de la gracia salvadora de Dios.

Sostener la santidad

Jesús, como ser humano físico, también nos dio sacramentos tangibles que revelan el amor de Dios por nosotros. Cada sacramento es un encuentro que nos recuerda de forma natural su amor y misericordia. Como signos externos y visibles de su gracia, los sacramentos nos permiten estar plenamente presentes con nuestros cuerpos, respirar y recibir su amor. Nos presentan la realidad de que estamos en la familia de Dios, somos perdonados audiblemente cuando caemos, somos ungidos con poder, sanación y misión, asimismo, podemos tener una profunda intimidad personal y comunión con Dios. Los sacramentos nos llevan a la realidad tangible de que Jesús actúa en y a través de nuestros cuerpos y vidas cada día.

Así que tómate un respiro. Recuerda que Dios te llama a encontrarte con él de forma real aquí y ahora, como su creación física. Invítale a entrar en todo lo que haces, porque quiere habitar en ti mientras caminas, comes, te estiras, haces ejercicio o abrazas a un familiar o amigo. Él anhela revelarse a ti a través de tu cuerpo y de la creación que te rodea, mientras te conviertes cada día en templo vivo de su Espíritu Santo.


Adam Cross es un terapeuta matrimonial y familiar licenciado en California, y trabajó como ministro de la juventud en su parroquia local durante 8 años. A Adam le encanta integrar la fe católica en su práctica terapéutica.

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