Ester
La reina persa
La reina persa
¡Dios, que tienes poder sobre todos, oye la voz de los desesperados: líbranos de las manos de los perversos y líbrame a mí de todo temor!” (Ester 4, 30).
¡Dios, que tienes poder sobre todos, oye la voz de los desesperados: líbranos de las manos de los perversos y líbrame a mí de todo temor!” (Ester 4, 30).
Aunque la historia de Ester está llena de numerosos giros y sorpresas, los puntos espirituales son claros. Primero, sólo Dios salva, y la liberación llega inesperadamente, a menudo cuando las circunstancias parecen más terribles. En segundo lugar, tenemos un papel que desempeñar en el drama de la salvación. Debemos valerosamente usar nuestros dones y cualquier influencia que podamos poseer para ayudar a nuestros vecinos, aun cuando el costo personal por hacerlo sea muy alto.
Una reina poco probable
La familia de Ester fue exiliada a Babilonia después de la caída del reino judío ante el imperio babilónico. Después de la muerte de sus padres, fue adoptada por un pariente, Mardoqueo. Aunque inicialmente fue reclutada para la corte por su belleza física, termina aceptando el desafío de arriesgar su vida por la salvación del pueblo judío.
Todo comenzó con un banquete organizado por Asuero, el rey persa. Durante las festividades, Asuero mandó llamar a su reina, Vasti, para que hiciera acto de presencia. Sin embargo, ella se negó a acudir. Luego, el rey la depuso y anunció la búsqueda de una nueva reina. Mardoqueo introdujo a Ester en el proceso de selección, indicándole que no divulgara su familia ni a su nacionalidad, y fue elegida: “Él se enamoró de Ester más que de todas las otras mujeres y ella se ganó su favor más que todas las demás jóvenes” (2, 17).
Del insulto al genocidio
Mardoqueo, que también era judío, se había ganado el favor de Asuero después de enterarse e informar al rey sobre un complot de asesinato. Una versión de esta historia en el Libro de Ester atribuye las acciones sólo a Mardoqueo. Sin embargo, la otra versión sugiere que Mardoqueo se comunicó con el rey a través de la reina Ester. De todos modos, Mardoqueo fue designado para servir en la corte del rey como recompensa.
El problema comenzó cuando Mardoqueo se negó a postrarse ante Amán, el primer ministro del rey, como era costumbre. Insultado, Amán convenció a Asuero para que emitiera un decreto que llevaría al exterminio no solo de Mardoqueo, sino de todos los judíos. Desesperado, Mardoqueo se acercó a Ester y le pidió que intercediera ante el rey.
La elección
Ester había ocultado con éxito sus antecedentes familiares y su nacionalidad hasta este momento. A cambio, ella había disfrutado de los privilegios que conlleva ser reina y, por lo tanto, la petición de Mardoqueo no era poca cosa. Era bien sabido que cualquiera que acudiera al rey sin ser llamado, incluida la reina, sería condenado a muerte. A pesar de esto, Ester “también buscó refugio en el Señor” (C-12) y oró: “¡Señor mío, nuestro Rey, tú eres el Único! Ven a socorrerme, porque estoy sola, no tengo otra ayuda fuera de ti” (C-14). En el tercer día de sus oraciones, reunió el valor para revelar su verdadera identidad al rey en un intento por salvar a su pueblo. A lo largo de tres banquetes con el rey, Ester logró obtener la clemencia del este para el pueblo judío. Ella también se enfrentó directamente a Hamán, lo que resultó en que el rey lo ejecutara y nombrara a Mardoqueo como su nuevo primer ministro.
Al final, la historia de Ester es una de fe y valentía. Sabía que sólo Dios podía protegerla a ella y a su pueblo. También sabía que tenía que arriesgar su privilegio y seguridad para hacer su parte.
¿Sabía que…
…la liberación del pueblo judío, tal como se relata en el Libro de Ester, se conmemora en la festividad judía de Purim? Ester y Mardoqueo declararon un día de fiesta después de que se levantara el decreto contra su pueblo. Está escrito en el Libro de Ester: “Por eso debían festejarlos como días de banquetes y alegría, enviarse regalos unos a otros y ofrecer donativos a los pobres” (9, 22).
Doug Culp es el canciller de la Diócesis Católica de Lexington.