Compartir a Cristo en un lugar de trabajo secular
He tenido la suerte de pasar toda mi carrera en organizaciones basadas en la fe. No fue sino hasta que alguien me preguntó qué podía hacer para compartir a Cristo con otros en su lugar de trabajo secular que comprendí completamente mi privilegio. Como nunca tuve que preguntarme cómo, recurrí a un querido colega, Mike, que falleció a una edad demasiado temprana, para que me ayudara a formular mi consejo.
He tenido la suerte de pasar toda mi carrera en organizaciones basadas en la fe. No fue sino hasta que alguien me preguntó qué podía hacer para compartir a Cristo con otros en su lugar de trabajo secular que comprendí completamente mi privilegio. Como nunca tuve que preguntarme cómo, recurrí a un querido colega, Mike, que falleció a una edad demasiado temprana, para que me ayudara a formular mi consejo.
El equipo de Catholic Leadership Institute (CLI) está formado por empleados de tiempo completo y una comunidad de consultores que trabajan medio tiempo. Muchos de los consultores tienen una amplia experiencia en el sector con fines de lucro. Mike era el consultor favorito de todos en nuestra organización y en la principal empresa de automóviles donde pasó la mayor parte de su carrera. Una vez contó una historia sobre cómo organizó varias sesiones tanto para CLI como para su empresa con fines de lucro en la misma ciudad durante la misma semana. Un día se olvidó de su público y accidentalmente comenzó una reunión en la empresa de automóviles con una oración. Después de que terminó la reunión, dos o tres de sus colegas no católicos comentaron que “fue una muy buena manera de comenzar la reunión”.
Aunque me encanta esta historia, mi consejo para la mujer que quiere compartir a Cristo en su trabajo secular es que no empiece a orar espontáneamente. La lección que encontré en esta anécdota vino al reflexionar sobre por qué Mike pudo orar espontáneamente. Mike lideraba con tres valores cristianos dentro y fuera del trabajo.
Mike se centró primero en las relaciones.
No dudo que antes de que esa reunión comenzara con una oración, Mike ya sabía los nombres de todos, de dónde venían, cuánto tiempo llevaban en la empresa y hasta cómo les gustaba el café. Su genuina curiosidad por los demás permitió que las personas estuvieran abiertas a lo que tenía que decir.
Mike también dio el ejemplo de un comportamiento particular y luego pidió a otros que lo siguieran.
Ya sea para compartir comentarios, venir preparado o disculparse por una equivocación, Mike iba primero. Así mostraba tanto vulnerabilidad como compromiso con el crecimiento, y permitió que otros hicieran lo mismo.
Mike siempre estaba listo para responder con Cristo.
Llevar a Cristo a su lugar de trabajo, familia y comunidad nunca es simplemente una cuestión de compartir doctrina o incluso prácticas religiosas; su fundamento será más fuerte cuando esté enraizado en las relaciones, de modo que, como con Mike, los demás sepan quiénes somos y de quién somos, conduciendo en última instancia a Él.
Dan Cellucci es columnista invitado y director ejecutivo del Catholic Leadership Institute.