| Por El Padre Michael Kerper

¿Qué papel desempeña el miedo en la fe?

ESTIMADO PADRE KERPER:

Cuando yo era niño, muchas personas eran muy conscientes del poder de Dios para castigar el mal y recompensar el bien. Creo sinceramente que este temor a Dios mantenía a la sociedad en buen orden. Ahora hay muchas personas que no creen en Dios, y los que sí lo hacen tienen poco o ningún temor de él. Estoy cansado de oír hablar de misericordia sin mencionar los justos castigos de Dios. ¿Por qué la Iglesia no habla más a menudo del temor de Dios? ¿Cuándo nos despertará la Iglesia ante el mal? Y recordemos lo que dice la Biblia: “El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría”.

¿Ya no es verdad?

Gracias por sus reflexiones y preguntas, que escucho con bastante frecuencia. Después de todo, cuando la turbulencia y la inmoralidad parecen abrumar al mundo, el pueblo ruega a Dios que revele su poder de formas aterradoras, como guerras, plagas, visiones, hambrunas y decadencia de la sociedad. Aunque basado en buenas intenciones, este deseo de “despertar” al pueblo mediante el miedo se aleja de nuestra comprensión cristiana de quién es Dios y cómo actúa. De hecho, las estrategias basadas en el miedo nos dirigen hacia un falso dios conocido como el deus ex machina – “dios de la máquina”.

Esta frase latina, que se remonta al siglo V, hace referencia a unos dispositivos mecánicos que dejaban caer “dioses” sobre los escenarios. Al llegar, estos “dioses” cambiaban el curso de la batalla, rescataban a los “buenos” y aplastaban a sus enemigos.

Cuando invocamos el poder divino para atemorizar al pueblo y hacer que se arrepienta, en realidad transformamos al verdadero Dios de Jesucristo en un deus ex machina más. En efecto, valoramos a estos “dioses” principalmente como “poderes” impersonales que estabilizan sociedades en decadencia, protegen naciones concretas y defienden ideologías en peligro. Peor aún, tratamos a estos “dioses” como armas nucleares mantenidas en reserva hasta que todo lo demás haya fracasado.

Volvamos a Proverbios 9, 10: “El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor”. ¿No expresa esto simplemente sentido común? Nuestra experiencia infantil verifica que la vergüenza y disciplina por parte de personas con autoridad realmente funciona. El mal comportamiento cesa. Los niños se calman rápidamente. Y los recuerdos de castigos tempranos se congelan en sus mentes. El miedo funciona. Pero, ¿actúa Dios principalmente a través del miedo? Todo depende de dos palabras: miedo y principio.

La palabra “miedo” traduce varias palabras hebreas y griegas cuyos significados varían enormemente. La mayoría piensa que el miedo es nuestra respuesta a algo o alguien que quiere hacernos daño. Desde la infancia, reunimos un amplio catálogo de amenazas: matones locales, los perros pitbull, pistolas cargadas, cables eléctricos, coches a toda velocidad, rayos, etc. Cuando vemos algo así, lo evitamos o huimos. El corazón de Dios, sin embargo, desea la unidad y la reconciliación. Debemos, por tanto, recuperar el significado primario de las palabras bíblicas traducidas como “temor”. La palabra más cercana aquí es “asombro” – la intensa fijación en la espectacular belleza de Dios.

Leon Kass, autor de The Beginning of Wisdom [El principio de la sabiduría], un comentario sobre el Génesis, equilibró delicadamente las palabras entrelazadas “asombro” y “temor”. Él escribió: “(El asombro) nos sujeta, atraídos y traspasados ante él: huimos de lo simplemente aterrador, nos acercamos a lo bello o amable”. En otras palabras, la belleza de Dios acaba por vencer nuestro temor, sustituyéndolo por amor.

El punto de vista de Kass nos ayuda a entender correctamente los espantosos acontecimientos registrados en las Escrituras hebreas: plagas, genocidio, desastres naturales y el gran diluvio. Eran aflicciones temporales, no la experiencia cotidiana del pueblo elegido de Dios. Además, debemos recordar que las aterradoras “señales y prodigios” de la época del Éxodo no disuadieron a Israel de caer en el grave pecado de la idolatría.

Consideremos ahora la segunda palabra clave de Proverbios 9, 10: “comienzo”. Aquí nos centramos en Israel, que tiene una relación histórica y espiritual única con Dios. Israel actúa como un “niño” en relación con Dios, su “padre”. Al igual que un niño que crece hasta la edad adulta, Israel hace lo mismo: comprende y aprecia cada vez más a su padre. Todo el Antiguo Testamento puede leerse como una historia de amor entre padre e hijo. Al principio, la raza humana, en la persona de Adán, se aterroriza ante Dios, pero poco a poco se despoja de la piel seca del miedo.

Aunque el temor es, en efecto, el comienzo de la sabiduría, es sólo el inicio, no la culminación del plan de Dios para la humanidad. En cambio, encontramos el punto final sucintamente descrito por San Juan Evangelista y San Pablo.

San Juan escribió: “En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos, porque Dios nos amó primero” (1 Jn 4, 18-19).

San Pablo escribió: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor” (Rm 8, 14-15).

Ya sea en nuestro interior o anunciado a los demás, el miedo siempre va en contra de la palabra de Dios. A medida que aumenta el amor, disminuye el miedo y viceversa. Tenemos dos “dioses” entre los que elegir: el deus ex machina, que promete orden a través del miedo, o el único Dios verdadero, cuyo amor dentro de nosotros echa fuera todo miedo.

Este artículo apareció originalmente en el número de julio/agosto de 2023 de la revista Parable, la revista de la Diócesis de Manchester, NH. Utilizado con permiso.


El padre Michael Kerper es el párroco de la iglesia de St. Patrick en Nashua, NH.

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