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 | Por Candace Bryant-Lester

Santa Teresa de Ávila

1515-82 | Fiesta: 15 de octubre

Nacida sólo dos años antes de que Martín Lutero clavara sus 95 tesis en la puerta de una iglesia, Teresa finalmente fue guiada por su ardiente amor a Dios, y abrió su propio camino hacia la reforma dentro de la Iglesia Católica.

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada provenía de una familia de judíos que se convirtieron al catolicismo. Experimentó celo por su fe durante toda su infancia y comenzó una profunda devoción a la Santísima Virgen cuando a la edad de 11 años murió su madre. En 1534, cuando tenía 20 años, siguió el camino más seguro hacia la santidad y entró en la vida religiosa.

Sin embargo, lo que era un camino seguro supuso un trabajo duro, ya que Teresa luchó contra la enfermedad a lo largo de su vida. Leyó extensamente obras espirituales, practicó la mortificación física y experimentó éxtasis que sus directores espirituales guiaron para asegurarse de que no fueran de naturaleza demoníaca, especialmente porque la Inquisición española sospechaba de tales experiencias. Quizás su experiencia extática más conocida es la de la flecha de un ángel que atraviesa su corazón con el amor de Dios, como se representa en el “Éxtasis de Santa Teresa” de Bernini.

Sin embargo, con el paso del tiempo, Teresa se sintió insatisfecha con la naturaleza laxa de su convento carmelita y comenzó a liderar los esfuerzos de reforma dentro de la orden para recuperar la pureza y mantener el enfoque en la vida sencilla dedicada a la oración. A pesar de la oposición significativa, Teresa trabajó junto a San Juan de la Cruz para continuar sus esfuerzos de reforma. Finalmente, las reformas crecieron en popularidad y se extendieron hasta que se formó una nueva orden en 1562: los Carmelitas Descalzos (“sin zapatos”). A lo largo de su vida, fundó más de 15 conventos.

Santa Teresa fue canonizada en 1622. En reconocimiento a su espiritualidad única centrada en la vida de oración interior, fue declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI en 1970. Dos de sus obras más conocidas son “El castillo interior” y “El camino de la perfección”, ambas fundacionales de la mística cristiana y la oración contemplativa.